El escenario de la Feria Nacional de San Marcos 2025 se convirtió en un termómetro social cuando Grupo Firme, la banda de regional mexicano más influyente del momento, rechazó interpretar «Se fue la Pantera», el narcocorrido vinculado al Cártel de Sinaloa que millones esperaban escuchar. Los abucheos no se hicieron esperar, pero Eduin Caz, el vocalista, mantuvo su postura: «Las reglas son las reglas», argumentó, refiriéndose a la reciente prohibición de Aguascalientes sobre este polémico género. Este episodio no es un caso aislado: refleja la creciente tensión entre la cultura musical popular y las medidas legales que ocho estados mexicanos ya implementaron contra lo que consideran apología del delito.
Una prohibición con matices geográficos
Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum aclara que los narcocorridos no están prohibidos a nivel nacional (solo se pide evitar letras que glorifiquen la violencia), estados como Michoacán, Jalisco y el Estado de México han optado por medidas drásticas. En este último, los organizadores de eventos que permitan estos temas enfrentan multas y hasta seis meses de prisión. La gobernadora Teresa Jiménez incluso aceleró una reforma legal días antes de la Feria de San Marcos, donde policías vigilaban que ningún artista cruzara la línea roja de las letras prohibidas.
El dilema de los artistas: fama vs. legalidad
Grupo Firme no es el primero en enfrentar este conflicto. Luis R. Conriquez vivió un escenario más violento en Texcoco: cuando se negó a cantar narcocorridos en la Feria del Caballo, el público destrozó el escenario. Estos casos exponen una paradoja: aunque el género representa el 38% del streaming de regional mexicano (según ChartMEX), cada vez más artistas arriesgan boicots o sanciones si lo interpretan. Algunos, como Legado 7, han optado por reversionar sus letras, cambiando «jefes» por «héroes» y «cuernos de chivo» por metáforas menos explícitas.
¿Soluciones reales o censura encubierta?
Expertos como Carlos Sánchez, sociólogo de la UNAM, critican que estas prohibiciones sean reactivas: «No resuelven la narcocultura, solo la desplazan a plataformas digitales donde no hay control». Mientras, en Michoacán —pionero en la medida—, el gobernador Alfredo Ramírez insiste en que reducir la exposición pública de estos temas disminuye su influencia en jóvenes. Los datos son ambiguos: aunque el estado registró un 12% menos de homicidios dolosos en 2024, especialistas atribuyen esto a estrategias de seguridad integrales, no solo a restricciones musicales.
El incidente con Grupo Firme deja claro que el debate está lejos de terminar. Mientras los estados legislan, los artistas caminan sobre la cuerda floja entre el éxito comercial y el cumplimiento legal, y el público sigue dividido entre quienes ven los narcocorridos como expresión cultural y quienes los consideran propaganda criminal. Como dijo Sheinbaum: «El reto no es prohibir, sino construir consensos». Pero en un país donde la música y la realidad social están tan entrelazadas, ese consenso parece todavía lejano.